Durante años fue muy complicado el convivir con las cosas
que veía y no entendía aunque con ellas sufría enormemente e incluso me
hicieran pesar en que, algún tipo de locura me estaba afectando. No encontraba
nadie con quien conversar, ni a quien expresarle todo el dolor que sentía por
la vecina, por aquel niño al que sabía que su padre le maltrataba, sentí el
sufrimiento de mi profesora porque a escondida se besaba y retozaba con el
director, algo que la llevaba al
suspirar y gritar de placer mientras lloraba camino de casa con su
marido… cosas que un niño no entiende y los adultos achacan a su imaginación.
Fue muy duro encontrar a una vecina llorar en el banco del parque y al
preguntarle ver en sus lágrimas a su hijo con una aguja en el brazo y su
cara toda famélica mientras perdía el
sentido y su mente navegaba en un algo que con los años descubrí que era un
viaje debido a la heroína.
En mi mente estaba
Eva aquella noche de sábado apenas teníamos trece años, le eche las cartas en
la terraza de su casa, estaba enamorado de ella aunque le gustara otro chico de
la calle donde vivíamos y su pregunta fuera por él. Recuerdo que la combinación
de cartas; El Diablo, El carro invertido, La Torre, La Muerte y El Mundo…Sin
pensarlo le dije lo que veía un accidente de coche y que moriría en él,
predicción que no le asustó ya que le preocupaba más saber si el domingo
estaría en la discoteca y saldría con ella. Aún recuerdo el lunes por la mañana
al llegar a la panadería y escuchar a las mujeres hablar de que la hija de la
Chari, al volver de la discoteca perdía el autobús y cruzó la autovía
corriendo, un coche quiso esquivar al grupo de chicas que cruzaban y se la llevó por delante matándola en el
acto. Me hundí, me sentí culpable al ver llorar a su madre, sus hermanos, mi
madre, todo el barrio que quería a una niña de 13 años que era una flor llena
de vida y alegría. Por primera sentí el gran dolor de ver cumplida una
predicción. Guardé las cartas de tarot robadas a los monitores del club social
en el cajón y no me atreví a volver a cogerlas mientras dejaba que los días
pasaran, estoy escribiendo estas letras mientras en mi mente se refleja la
sonrisa limpia y pura de ese ser tan angelical que era Eva. Si alguien pensó
que tener un don o una habilidad es algo maravilloso, ya le cuento que no
siempre es así, que hay que ser responsable y aprender muy bien antes de
aventurarse, como ejemplo pongo al médico de familia recién salido de la
facultad y te pregunto ¿te dejarías operar por él?
La primera gran lección con un tarot en mis manos
consistió en saber darle importancia a las cosas que las tienen, la segunda
aprender a comunicarlas de forma correcta. Si en el caso de Eva hubiese
insistido en el peligro de un accidente de coche, probablemente ella junto a
las amigas no habría cruzado la autovía o por lo menos hubiese estado más
atenta. Con la inexperiencia del momento no me di cuenta de que ante una
pregunta concreta, no salió una respuesta relacionada con el amor; en ocasiones
el tarot te habla así que hay que escucharlo. Mi mente revivió ese atropello el
de la lectura, la mañana que me enteré en la panadería, cuando estaba en el
velatorio, cada día que veía a Chari su madre, una lección muy dura de aprender
que me hizo darle valor a las sensaciones y visiones que tenía, aunque eso es
algo de lo que más tarde os hablare. Ahora solo puedo mirar la imagen que tengo
frente a mí, sentirme bien al escuchar que le de besos a su madre, que no se
preocupe su hermano por su separación y sentir el calor de su sonrisa… EN MEMORIA A EVA MI PRIMER AMOR.
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